
en un tiempo en que todo era posible el chico de caseros perdió el san martín y dejó a la banda de coritos comerciales pagando y se fue con la guitarra a cantar lo imposible. se la chuparon en plaza francia y un grupo de tareas lo trató muy mal en un departamento del centro. y ahí lo chuparon a él y a todas sus hadas. javier lo demeó y consiguió suspenderlo en el aire. 'no me hagas cantar eso', decía el chico. hoy está en el cementerio de san martín (no en el tren, o quizás sí), junto a donde descansaron los restos de mi abuelo ferroviario. historias de trenes en un fantasmagórico bar lleno de planetas con sueños por cumplir. la guitarra suena a frustación, a gira sureña inentendible, a amor de primavera, natural.
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