hasta que no sepamos que el edificio más alto
y el pequeño monumento proyectan líneas
que cristalizan el próximo año.
que en los muros y en los muebles
se dilata un ritmo que al hombre se le escapa por ahora
que al decir ¡marte, planeta desconocido!
se hieren fantasmas que cobran conciencia,
que se desatan, que nos seducen.
hasta que ignoremos por completo
que no tenemos árida la palabra,
que no es la garganta la dura como el hierro.
que no es la voz y el ruido,
sino el hombre que ignora su último giro,
que no quiere seguirse en los siglos,
como agua que busca su onda.
que no quiere.
que llegar al hombre ha sido mucho.
pero esto no es el giro.
es sólo un gozne, un punto de sonido.
cuando el hombre concluya su giro,
cuando el hombre y la mujer concluyan,
surgirá el niño.
el niño que jugará sobre los edificios y los monumentos.
-madrugada del 30 de mayo de 1957-
(miguel ángel bustos, 'visión de los hijos del mal'; argonauta, 2008/ilustración: m.a. bustos)
lunes, 15 de marzo de 2010
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