no lejos de la aldea de los fantasmas de malaver, en territorio funebril, estando ceniza recogiendo hierbas medicinales y semillas para los amigos, sintióse muy cansado (el sol era peligrosamente agresivo esa tarde). en las pequeñas colinas del eternauta, junto a los viejos senderos peatonales, divisó un paraíso muy alto, con frondosas ramas, y bajo él se recostó. junto al árbol aún quedaban rastros de la nevada, pero a esa altura los copos no dañaban pues ya habían tomado contacto con el pólen que las abejas sabiamente habían exparcido. es sabido que los bichitos del aire y las flores diluyen todo lo mortal de las plazoletas. una vez repuesto, el bezorrito volvió al ruedo y, tras beber té de la vida jujeño de la bota mágica, continuó su misión cotidiana. los pasillos se hacían cada vez más angostos y hubo de retomar la gran vía pues los rayos disminuían poco a poco ante las espontáneas masas grises del cielo. ya con un buen botin veggie, ceniza decidió retornar. y entonces sucedió: 'rrrrr...rrrt....rrrt', oyó; 'rrrrr...rrrt...cot...cot'; 'cot...rrrrr...rrrt', otra vez. junto a una gran montaña de excrementos y basura industrial estaban ellos: los tres pequeños loritos vociferaban y comían los desperdicios como en un gran festín en carnaval. los tres, emplumados y malolientes, jugaban con sus picos y se pasaban restos de cebollas y acerrín de acero. parecían tener toda la felicidad en un confortable nido de esperanza.
al anochecer, ceniza y la gente de los pozos ranenses bebieron y comieron y cantaron, junto a los fantasmas locales, al ritmo tamboril del rrrrrr...rrrt...cot...cot...rrrr...
viernes, 7 de agosto de 2009
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