en capitán gómez un señor está empeñado en coleccionar rastrojeros. los baqueanos lo miran sorprendidos cada vez que el viejo invierte sus magros ahorros rurales en un nuevo ejemplar del noble vehículo cordobés. las maestras se burlan de él: 'qué feos son, debería pensar en comprar un auto decente y no tantos cacharros...'. hubo un tiempo en que los obreros veían su trabajo terminado. llegaban temprano en bicicleta y, mate a mate, soñaban con un lugar menos cruél para sus hijos. en el complejo hacían sueños de fierro. la ignorancia y la hipocrecía cerraron vidas y las dictaduras transformaron el paisaje. años más tarde, una fila de chatitas desfiló orgullosa por calles serranas. todo estaba dicho: los trabajadores no recuperaron dignidad: sus manos alcanzaron la barra de chocolate en la plazoleta y se quedaron ahí, en el frío. el rastrojero made in argentina viajó al olvido. mientras tanto, en el pueblo santafesino, las mujeres continuaron su prédica: 'qué feos son, un ford o un renault familiar sería mejor partido'. el viejo sacó sus cuentas; este mes podría comprar esa vieja cosa que rematan por ahí.
lunes, 28 de septiembre de 2009
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