1951. manuel romero en el plató. enrique santos discépolo poniendo el flacuchiento cuerpo y el enorme espíritu en cada detalle. fue perfecto. meses después se dejaría morir en la depresión que sólo saben explicar los tiempos de los elefantes más viejos. hubo lugar para estas obras mágicas, sí, no todo fue basura envuelta en papel multicolor en este país. nuestro tributo al artista irrepetible. ese restaurante estaba vacío y no importa, si mira bien, maestro, en la cocina cada uno de nosotros lo conserva en la piel.
lunes, 29 de agosto de 2011
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